Un mismo atentado desde tres puntos de vista: el de los ciudadanos, nacionalistas o abertzales, contrarios a las soluciones violentas, pero que acaban sufriéndolas en primera persona. El de los guardias civiles, aunque parezca mentira, personas bajo el uniforme, víctimas directas de un odio irracional infundido desde sectores fundamentalistas. Y el del protagonista, el propio terrorista, con sus miedos y su inseguridad.